viernes, 6 de septiembre de 2013

Micro Reseña 82: "Duerme bien, querida", Mark Halloran


"Duerme bien, querida", de Mark Halloran (Jordi Gubern i Ribalta; Servicio Secreto nº382, Bruguera, diciembre de 1957. No sabemos de quién es la portada. ¿Alguien idenfitica al autor?)

Boyd Musgrave (qué prometedor y holmesiano apellido, ¿verdad?) es un agente del servicio secreto de los Estados Unidos en un país sin identificar del norte de África, muy posiblemente Egipto. Anda por allí con su compañero Gunther para cubrir al agente Warren, encargado de atrapar a un misterioso individuo que está haciendo al servicio de espionaje americano y ya ha entregado a cuatro infiltrados en la URSS a las autoridades soviéticas. La cosa se tuerce cuando Musgrave recibe un paquete que contiene la mano de Warren, lo que viene a indicar que va a haber tortas.
Musgrave entra en un laberinto de misterios donde hay un par de bellas damas misteriosas, un explícito chantajista suicida llamado Ibrahim Bazuk, y otros individuos dispuestos a zurrarle la badana al duro Musgrave, que no termina de enterarse de por dónde le llegan las tortas. El misterio no deja de oscurecerse y Musgrave no tiene más remedio que preguntarse todo el tiempo: "Pero ¿qué diablos es lo que sucede aquí?"

Vaya por delante que, como ya he dicho en alguna ocasión, mi afición por las historias de espionaje es prácticamente nula (por mucho que "El tercer hombre" sea una magistral historia de espías). De Mark Halloran he oído decir muchas cosas, y casi todas ellas son buenas. De hecho, se le considera uno de los grandes de la serie negra española fundacional junto con Peter Debry (Pedro Víctor Debrigode).
Puedo decir con total tranquilidad que la novela está no sólo impecablemente escrita, sino que el autor tiene estilo y muy buen gusto, y carece de los defectos de la mayoría de sus contemporáneos (no abusa de gerundios, de frases hechas, ni abunda demasiado en los topicazos del género). También está claro que Halloran intenta (y diría que lo consigue) no ser maniqueo con sus personajes, aunque los yanquis sean los buenos... que ni son tan buenos, ni los rusos son tan malos, sino más de lo mismo. Me resulta muy interesante que, en la apertura de la novela, se produzca una escena en la que Musgrave contempla una manifestación popular en una de las calles de ese país africano. Musgrave reconoce a los manifestantes manipulados y, sobre todo, a los manipuladores pagados por alguna agencia, pues él mismo ha tenido que realizar ese trabajo de adulteración, acoso y derribo en diversas ocasiones: está claro desde el principio que él es gentuza de la CIA. Todo este comienzo me ha traído a la mente lo que está sucediendo actualmente en Egipto y, la verdad, me ha tocado un poco las narices ver que en los años 50, la decisiva injerencia norteamericana en ciertos países estaba clarísima y se podía sacar hasta en las novelas de a duro, y hoy resulta que a cualquiera que insinúe la participación (y la responsabilidad) de esos ingenieros de la manipulación en conflictos actuales, se le tilda de "conspiránoico". Cabe recordar que, cuando la pitonisa le dijo Julio César aquello de "ten cuidado con los Idus de Marzo", César le respondió: "Tú lo que eres es una conspiranóica". (Shakespeare no recogió esta respuesta porque no rimaba, pero es la pura verdad).
Al margen de esta disquisición (que consigno aquí porque me ha dado la real gana y creo que viene al caso), añadiré que la trama está muy bien urdida y no hace aguas; que, como dicen los críticos, los secundarios de Halloran son brillantes (mucho más que su protagonista); que la documentación es impecable; que el tono espionajístico de conversaciones telefónicas en clave y demás zarandajas suenta auténtica; y que de esta novela habría salido una muy buena película.
Y sin embargo, no he aguantado una lectura de un tirón, ni en dos tirones, ni en tres... Leí la primera mitad de la novela, me aburrí y tuve que terminarla haciendo un esfuerzo soberano porque, sinceramente, quería saber en qué terminaba ese follón.
A pesar de este último comentario, la recomiendo, porque es muy posible que, sencillamente y como señalé unas líneas más arriba, las historias de espías me traen al pairo.

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